Arturo Orozco

OROZCO


martes, 9 de septiembre de 2014

lunes, 8 de septiembre de 2014

domingo, 7 de septiembre de 2014

sábado, 23 de agosto de 2014


La Ofrenda
Durango, México
Arturo Orozco González
Desconcierto
(Poema)

La tarde
a regañadientes
tuvo que irse a acostar más temprano

La mañana
somnolienta y modorra
tiene que levantarse más temprano

En la sala de acuerdos del firmamento
los astros
en alocada y desconcertante confusión
convocaron a una junta extraordinaria

En la tierra…
¡¡algún imbécil había impuesto
el horario de verano!!
Autor: José Manuel Núñez
Artista invitado por LosDesmarK-2 

Qué diablos pasa con….

¿Qué diablos pasa con los rayos del sol?
Yo no sé qué diablos pasa con los rayos del sol
que cada día están más infernales.

Incandescentes me achicharran la espalda
me chamuscan la cabeza
me tuestan la frente y la nariz
me queman los brazos y las manos
y me asan las patas…
con todo y zapatos.
¿Qué diablos pasa con los rayos del sol?
Yo no sé qué diablos pasa
pero cada día…
¡¡pasa algo!!
Autor: José Manuel Núñez
Artista invitado por LosDesmarK-2
 
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artista invitado por LosDesmarK-2

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CONTACTO: arteroticopipi@hotmail.com
artista invitado por LosDesmarK-2


Aquella  Princesa Llamada Olga

  Aquella mañana fue diferente a todas, no la despertaron los suaves llamados de sus amas de cría ni su servidumbre,  no eran los perrillos juguetones que la acompañaban en su aburrimiento cotidiano, tampoco los gritos temibles del feroz monje al que toda su familia y ella misma aborrecían pero también sentían por él un supersticioso temor (aunque en realidad hay rumores muy fuertes de que lo han matado), los gritos provenían de las afueras de palacio y eran en verdad insultos, soeces formulas del odio reprimido y que justo en éste día, como una diabólica estampida de bestias furiosas y degradadas por la miseria y el ancestral sometimiento se desparraman  por los jardines y a las puertas  de palacio. La princesa fue despertada por las multitudes de todas las Rusias que impulsadas por otro nuevo santón y abanderados con los colores del infierno  y la cruz transformada en una hoz y un martillo,  enarbolada por los desarrapados  que ahora claman por la Revolución.

Texto escrito por Jesús del Campo
Artista invitado por los desmark-2


Borrador Para Una Pequeña Perversión.

          Un hombre es testigo accidental de un crimen, el criminal se da cuenta que es observado y busca atacar al testigo, éste huye y logra escapar, pero teme que lo encuentre el asesino y teme más que si lo delata aumente la furia de su ahora perseguidor, su huida se prolonga primero por meses y luego por años, deja en todo ese tiempo al principio su casa y su calle, luego su ciudad, después su país, aunque no está seguro de que sea cierto presiente los pasos del asesino cerca de él, en más de una ocasión creyó ver su silueta rondar por su actual alojamiento (han sido muchos  en los últimos años), solo después de treinta años de huir por el mundo de la sombra que lo persigue, se convence que ya no es necesario esconderse, que en todo este tiempo el criminal pudo haber muerto, que si realmente lo persiguiera ya lo habría encontrado, milagrosamente esa noche entró en un absoluto convencimiento que ya no era necesario huir: el viejo periódico que encontró en un tiradero de papeles de ese menesteroso hotel que ahora lo alojaba, hablaba de el crimen que él presenció y de la captura casi inmediata del asesino, con lágrimas en los ojos se dió cuenta de lo inútil de sus años de exilio (así podría nombrarse a todo este tiempo), su llanto era una forma de liberación y de tristeza por todo este tiempo, las paredes lo ahogaban, no esperó más y por primera vez,  probablemente para subrayar su emancipación, salió a la calle sin tomar ninguna precaución, respiró a pleno pulmón el aire de la noche otoñal, fresco, con olor a smog y hojas marchitas de los árboles que se preparaban para enfrentar el invierno. Se dio cuenta de todo el tiempo que se había privado de un pequeño placer como éste; un viejo harapiento se le acercó y le pidió una caridad, él le dió con descuido alguna solitaria moneda que aún lo acompañaba, quiso seguir adelante pero un agudo dolor en el pecho lo hizo detenerse, solo ahora notaba que el mendigo no le dió las gracias, le clavó en el pecho un viejo puñal, era el verdadero asesino que al fin lo había alcanzado para cerrar el círculo: el testigo ya no lo delataría y no tendría que enfrentar ningún testigo en su juicio.

Texto escrito por Jesús del Campo
Artista invitado por los desmark-2